El Fausto Montañés
Antes de que se pierda entre las nieblas del pasado, he aquí esta leyenda maravillosa, cuya génesis coincide con los orígenes fabulosos del Valle. El nombre del héroe se esfumó de la mente de los viejos, depositarios tradicionales de arcanos cronicones.
Se sabe que era un hidalgo de hacía la Gándara, dedicado por excepción de aquel tiempo al estudio y la meditación de todas las ciencias en viejos infolios, y así huyó su juventud. Este afán desordenado de conocimiento le llevó al vértigo de las artes mágicas.
En estas circunstancias trágicas, en que su inteligencia se debatía agónicamente el caos de sus eternas incógnitas, se sintió herido por las dulces y embrujadas flechas del amor... Fue un deslumbramiento de lo más profundo de su ser, hecho por ingenua mirada de la mujer qua tanta trascendencia había de tener en su vida.
Y su amor radiante fue como un fúlgido meteoro a que siguió morbosa obsesión... Sin embargo. la bella se mostró hermética e inaccesible. Ante tal fracaso sentimental, sufrió una reacción alucinante: dio en deambular por la soledad da los bosques, lanzando al aire los lamentos de su alma atormentada.
Pasó el tiempo. Una noche. andando, llegó a un monte sombrío. más allá del pueblo de Sangas. y allí se hundió en tenebrosa caverna. Mas antes, como flecha lanzada hacia la esfinge amada, dijo. mientras una lágrima rodaba por su faz:
-¡Te adoré viva, pero tu me amarás después de muerta!
y desapareció bajo la tierra.
Lentamente. pero de un modo fatal. fue trocándose el frío del alma de la hermosa indiferente en fuego devorador. ¿Cómo se realizó tal milagro? ¿Qué influencias actuaron en el acontecer de tal transmutación? Se buscó al hidalgo inútilmente a ruego de la dama; pero si acertaban con horror a explorar la caverna maldita. no hallaban en ella nada... Clamó por él a Dios en las cámaras de su palacio hasta morir y en los bosques solitarios y rumorosos. Y pasaron los años. Se acrecentaron temerosos los relatos de aparecidos. En ocasiones se vislumbraba de lejos a la entrada de la caverna, la figura venerable de un anciano de cabellos níveos y luengos, como su barba florecida. Estudiaba perenne el solitario los fenómenos de la Naturaleza, y así, por artes malditas, dio cuerpo ficticio a su amada, ya muerta tiempo ha... y con ella, vivió unos amores de ultratumba demoníacos. Pero había un alma pura, una virgen escondida en los místicos claustros de cercano monasterio, que amando desde siempre al desorientado caballero, fue su brújula para su salvación eterna. Y en un sueño, la santa de su nombre -Juliana- le prometió luchar y vencer a los entes del abismo y salvar para Dios -aquellas dos almas sumergidas en la locura del infierno.
Cierta noche, apareció una milagrosa cruz luminosa, asentada sobre la gigantesca proa rocosa, como signo de paz y victoria. Y una mujer divina, circundada de claridad deslumbrante -Santa Juliana-, salió de la caverna arrastrando tras sí, encadenado, a un monstruo espantoso, desapareciendo ambos en el río inmediato. Y en la mano derecha de la santa brillaban dos esmeraldas que se elevaron lentamente hasta confundirse en lo alto, como dos estrellas. Las dos almas salvadas. Reproducción de un milagro que la santa hizo hace muchos años, según refiere La leyenda dorada, de J. de la Vorágine.
En el fondo de la cueva fue hallado el cadáver de un ermitaño casi centenario, sonriente y abrazado a una cruz y a una rosa, que aún lanzaban destellos fosforescentes, y allí mismo fue enterrado. ¿Quién pudiera pensar que fuese el antiguo caballero?
Así terminaron en aquel lugar los fenómenos de espanto y misterio, cuyos restos guarda la tradición.
Para que tan extraño milagro no cayese en la sima del olvido, fue erigida sobre el vértice de la proa monolítica, primero humilde ermita y más tarde, creado ya el pueblo actual, una hermosa iglesia. Se llamó Santa Illana, y hoy Santayana, formas primitivas o deformadas del nombre de la santa.
Hace años existía en un rincón de la sacristía un cuadro al óleo, toscamente pintado y mal conservado, reproduciendo, al parecer, la escena del dragón. ¿Qué habrá sido de él?
Y... ya no sé más.
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