Refrán al día

martes, 17 de noviembre de 2015

Artículo de José Elizondo en el Diario Montañés GENERACIÓN PERDIDA (s)



GENERACIÓN PERDIDA(s)
La generación perdida es el nombre que recibió un grupo de  escritores estadounidenses que vivieron en París y diferentes ciudades europeas entre  el final de la Primera Guerra Mundial hasta la llamada  Gran Depresión.
La generación perdida es también como se podría denominar a todas esas generaciones que coincidimos en la cola del paro  a los largo de nuestra “vida laboral”. Como si vida y laboral fueran unidos en un contrato no firmado pero vinculante. Como si no hubiera vida después de lo laboral. Obligados a perder la fe a golpe de contrato por horas, de jubilación a los setenta, de acabar nuestros días cotizando a una seguridad social que solo da seguridad a quienes se olvidan de la sociedad. Como si nos la arrebataran en el momento en que firmamos el finiquito, cuando somos despedidos, sometidos a un ERE, a la incertidumbre del “ya te llamaremos”,  a una reducción de plantilla, a un despido forzoso.  O simplemente condenados a vagar por el limbo de los cursos de formación, de los contractos en prácticas, de las becas sin pagar, de las academias de idiomas, de los préstamos bancarios para acabar los estudios. Todo menos la condena al infierno del paro.
Y en cada lápida se podrá leer: “Tantos años cotizados y no tienes derecho ni a una muerte digna”. Y ya no sabes en qué dios creer, a que dios rezar. Es el dios del dinero: Que “descansa en paz”. Eso sí, en un paraíso…fiscal.
Una precariedad laboral que nos condena a ser  “zombies” para no morir en el intento. A veces nos paramos, nos miramos, nos tocamos  y sentimos que respiramos, que aún latimos. La bocina de “la fábrica de desechos” suena  de nuevo. Con una sonrisa cosida a los labios  nos encaminamos hacia nuestra casilla en un “puzzle” que no hay cristo que lo encaje. Y cristo trabaja por horas en el sex-shop de la esquina. Las otras se las pasa cosiendo burkas de la vergüenza. Es la economía sumergida de la supervivencia.
Generación X, generación Y, generación Z, Generación NI-NI, generación IN. Y llegados a este punto la sopa de letras se vuelve indescifrable y el abecedario no da para más. Pero todas ellas en la cuerda floja de convertirse en una “generación perdida”. Una generación  caracterizada, según el sociólogo alemán Karl Mannheim,  por acontecimientos generacionales, es decir, hechos que marcaron sus diferentes etapas hasta la edad adulta y que influirían el resto de su vida.
Así, como si de una carrera de relevos se tratara, el “relevo generacional” queda relegado a la cola del paro, a la precariedad laboral,  a vivir con tus padres, a la frustración de miles de jóvenes que ven como sus titulaciones académicas solo les sirven para competir en el mercado de las segundas oportunidades porque nos educaron en que el saber también se factura y  se le debe exprimir  para  sacarle el máximo beneficio al menor coste (económico) posible.
La palabra y el pensamiento quedan reducidas a  vales de compra, a cheques regalo de la empresa, a I+D+I donde eres parte del capital humano explotado. No te han dado oportunidad de ser rentable. Quizás en Berlín o  Londres, puedas demostrarlo. Quizás solo sea ganarte la vida en una vida en la que siempre ganan los mismos. Quizás aún se pueda pensar sin facturar cada pensamiento.
Poco a poco, no nos queda más remedio que aprender a enfrentarnos a la frustración: frustración por estudiar y no trabajar en lo habíamos estudiado, por avergonzarte al encontrarte con un antiguo compañero de carrera, y buscar excusas que ni tú entiendes, para acabar en un adiós que es un “ojalá que nunca te vuelva a ver”. Y la sensación de fracaso sobrevuela el paladar de tus silencios. Te muerdes la lengua para no hablar de más.
Nos han enseñado que somos lo que cobramos, lo que compramos, lo que tenemos, lo que mostramos. Cada combinación o todas ellas, nos ubica en un peldaño del escalafón social. Sin ser conscientes muchas veces de a quien pisamos solo notamos el peso sobre nuestras cabezas. Y tomamos un “espidifrén” tras otro. Pero  el dolor no cesa, aumenta.
En la cola del paro, poco de eso sirve, eso no pagará los recibos, ni la cuenta del comedor del niño, ni las medicinas del abuelo. Y la realidad se impone de forma  pragmática, sin dejar espacio para nada más.
Repensar como dejar de ser algo para empezar a ser alguien mientras te enfrentas en el día a día de las negaciones de los currículos incompletos, de las entrevistas inacabadas, de los contratos por horas, de la lista del paro, se convierte en una tarea casi imposible, incluso en una frivolidad que solo cabe en un artículo mal escrito.
 La Generación Perdida” muestra en algunas de sus obras los efectos de la Gran Depresión, de 1929. Otra “generación perdida” parece despertar tras una nueva Depresión.
Y en una estación de Berlín una joven de Polaciones  intercambia el asiento con un refugiado Sirio que tiene como destino Santander.
Realidades encontradas en cruces sin dirección. Ambos solo buscan una vida mejor.

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