Miguel Ángel Sáiz Antomil publica en 1951 una recopilación de leyendas "recogidas de la tradición oral" y previamente publicadas en Alerta y El Diario Montañés, bajo el titulo genérico de Leyendas del Valle de Soba. Sáiz Antomil era miembro del Centro de Estudios Montañeses y de la Academia General de Ciencias, Bellas Letras y Nobles Artes de Córdoba.
Para aquellos sobanos que no lo conozcan hoy vamos a recoger una de estas leyendas, otro día mas...
"La Venta de los fantasmas
¿No conocéis la maravillosa leyenda surgida en un tiempo sumido ya en el olvido, del extraordinario hecho acontecido en el «Ventorrillo del Paso de los Tornos», a casi mil metros hacia las nubes?
Pues, en cierta ocasión, no se sabe cuándo, llegó, cayendo ya el véspero crepuscular, al citado «parador» colgado en las cumbres, solitarias de la cordillera cantábrica, un gran señor con séquito numeroso, y presto se comenzó a murmurar que en enorme arcón era portador de fabulosos tesoros.
Y en una noche terrible en que el trueno rodaba por la altura y el mal por las almas, fueron todos asesinados y robada el arca de la tentación. ¿Quiénes fueron los autores? Jamás se averiguó .la verdad. Mas al alborear el día no se halló ni cadáveres ni señales de violencia. Y un terror frío corrió por las conciencias, que acrecentó su profunda oscuridad. Y al forzar las ferraduras del arcón, llamas inextinguibles surgieron de éL que, elevándose instantáneamente como guiadas por una intención, incendiaron la vieja venta, feneciendo con ella los autores del crimen, imposibilitados de huir no se sabe por qué ...
Pasó tiempo, y rumores increíbles brotaron de las mentes alucinadas de pastores y caminantes. Por las noches-decían-se reconstruye el incendiado edificio y se ven como luces y se oyen canciones, cual si la vida de antaño hubiese tornado a él. Con la alborada aparecen de nuevo las ruinas en que el lagarto toma el sol y el pájaro construye su nido. ¿Sería posible?
Un mozo del valle, acompañado del cura del lugar-¿y de cuál sería?----ambos grandes cazadores, decidieron aclarar aquellos hechos que se daban por ciertos ante la incredulidad general, tocada quizá de oculta duda, y de un deseo inconsciente de que lo maravilloso fuese verdad.
Noche de luna creadora de poesía y misterio. Ante sus ojos asombrados se reconstruye el antiguo ventorrillo como en escena de magia y seres fantasmales dan la sensación vital de un parador en día de feria castellana. Auxiliados por el. signo de la cruz golpean pausadamente en la recia puerta, cuyos sones flotan en el aire con temblorosa inquietud incapaz de turbar el silencio con la soledad. Sólo la flauta del sapo suena tímida junto al muro con su única nota. Ya en el zaguán, «alguien», portador de un candil de luz esmeraldina, les recibe con gran afecto. Oyen voces en la amplia cocina y allá van, mientras contemplan las cosas que huyen a la precisión óptica como atenuados sus contornos por la niebla casi constante en la cumbre. Varios seres de otros tiempos están allí reunidos y sus palabras son como silenciosas: llegan a la mente del que escucha, pero no vibran en el aire.
Presto les aderezan un suculento yantar, aunque a juzgar por la sensación recibida era más aparencial que real. Tan extraños seres mostraban inmensa alegría por la presencia de los audaces cazadores, que se creían en la región de los sueños.
Pasó la velada entre cánticos y narraciones y aun música de chirimías y guitarras. Las doce dan lentas y lejanas en no se sabe que reloj. Y con un velón cuya llama temblaba como corazón asustado, pasaron a la alcoba. Al instante el joven cayó en un sueño como hipnótico, del que fue imposible hacerle despertar. El buen sacerdote pasó el resto de la noche leyendo en su breviario. Y allá, a lo lejos, como del fondo de una caverna, llegó a sus oídos una lamentación como letanía por su monorritmo, que fue aproximándose y adquiriendo aterradoras sonoridades. Cada estrofa terminaba siempre así:
«¡Gracias, Señor!
Los primeros seres aquí yacidos
han traído el fin del castigo.
¡Gracias por tu perdón!»
Cantan los pájaros la alegría de vivir y el sol lanza su sinfonía de colores. Han huido los fantasmas y los dos cazadores, tras noche tan extraña que será núcleo de leyenda secular, se hallaron al despertar entre las ruinas solitarias y silenciosas que florecen sonrientes, cual si nada hubiese acontecido en la noche fantasmal.
Jamás tornó a observarse nada anormal. Y sólo el murciélago vuela loco con su inaudible chillido tras el insecto fugitivo. Y la flora invasora de las altitudes va sepultando las ruinas, testigos de tales maravillas.
Años después se construyó el ventorrillo nuevo cercano al anterior, mas al lado opuesto del camino. Lugar de. paz para el que traspone la cordillera, mientras alta, muy alta, gira el águila majestuosa como espectadora cruel de los humanos destinos."
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